¿Cómo empezó todo?

¿Cuándo?, ¿Cómo?, ¿Por qué?, ¿Para que?, son las eternas preguntas de una mente inquieta en busca de respuestas. Esa mente me ha acompañado desde mi infancia y según me ha ido siendo revelado con el transcurso de los años y se me ha ido permitiendo recordar, desde mucho más atrás, desde que tengo memoria, una memoria que cada vez abarca más y más tiempo, milenios atrás incluso y hasta otras dimensiones y universos. Pero: ¿Cómo empezó todo este recuerdo? ¿Qué propósito tiene la insistencia de que vaya recordando?.
Estas reflexiones me han movido de manera cotidiana desde hace décadas y las comparto pues esta historia, mi historia, bien pudiera ser la del propio lector. Una historia que sin él saberlo aún pudiera estar esperando el recuerdo de sí, su despertar a través de estas lineas.
Mi nombre no tiene importancia alguna, al menos el nombre que se me puso en esta vida y, el nombre trascendente, la vibración que como a cada uno nos identifica en la eternidad aún no me es permitido desvelarla. Quienes si juegan un papel importante son diversos seres o espíritus, entre ellos uno que de manera general denominaré “El guardian del tiempo” o más simplemente “el guardian”.
Para llegar a escuchar por vez primera ese nombre fueron necesarias muchas décadas, y, muchos años más aun tendrían que transcurrir para que empezara a comprender por que se había presentado de diversas maneras a lo largo de mi vida. Quizá todo será más claro cuando finalice esta historia
Ya desde mi más tierna infancia esos seres habían estado en contacto de manera más bien inconsciente a través de realidades paralelas. Me era común oír hablar a las mujeres de mi linea materna sobre espíritus que en “sueños” entregaban mensajes o ayudaban a resolver conflictos haciendo entrega de revelaciones e incluso de tesoros materiales. Para mi todo eso era cotidiano, común, pero inconsciente y no lo compartía con nadie abiertamente. Era mi mundo, mi realidad más íntima.
Poco a poco me fui dando cuenta de que a lo largo de mi vida había estado rodeado de personas interesadas en los temas denominados “ocultos”, llamados así debido a que aquellos que resuenan con ellos y se atreven a explorar otras formas de pensar, a lo largo de los tiempos han sido perseguidos por diferir de las formas de pensamiento colectivas impuestas por quienes buscan el poder y que sin cuestionarlas son comúnmente aceptadas por las masas definiendo y sosteniendo así una realidad e impidiendo la materialización de otras más equitativas y justas. Ideas custodiados desde siempre por los llamados maestros y altos iniciados quienes por medio de una lenta preparación y pruebas tendientes a determinar la integridad moral y el alcance espiritual del aprendiz, van ayudándole a que los misterios, incluso esos, los más profundos, los que trascienden la ilusoria muerte de lo material vayan siendo develados.
Durante esos primeros años de vida, esas realidades se manifestaban ya para mi, pero repito de manera inconsciente principalmente por medio de compañeros “imaginarios” quienes más que vistos eran presencias percibidas, compañías en un estar solo que más bien era un nutritivo estar conmigo mismo acompañado de lo invisible.
Quizá la primera vez que penetré en esas dimensiones paralelas y comúnmente desconocidas de manera un poco más consciente fue cuando tenía alrededor de 8 años. Jugaba en la estancia del departamento donde vivía con mi madre como lo hacía de manera cotidiana, de pronto “algo” llamó poderosamente la atención de mi mente y durante un tiempo imposible de definir quedó mi atención fija en una antigua fotografía de principios de siglo pasado, de tiempos de la revolución mexicana, donde aparecía mi difunto padre rodeado de otros personajes.
De pronto las imágenes de esa fotografía empezaron a tomar movimiento y como en el caso de una película cinematográfica muda se me estaba mostrando una historia. Se me estaba permitiendo acceder por vez primera y sin ser consciente a la develación de los misteriosos secretos del tiempo, a contemplar parte de la historia de México, mi país natal y hasta a una parte de la vida de mi padre. Un padre del que muy poco sabía pues este había fallecido siendo yo muy muy pequeño.
Mi recuerdos personales sobre él se limitaban a muy pocas y aisladas escenas y mi memoria se mantenía viva principalmente por medio del amoroso recuerdo de mi madre que custodiaba, como un gran tesoro, recuerdos de la vida de su difunto esposo. Recuerdos que hablaban de un hombre que en vida estuviera comprometido con las luchas sociales que transformaron a México desde principios del siglo XX. Décadas después,  ya como alto iniciado, llegó a ocupar importantes cargos y puestos en la masonería y la política de país. Sin yo ser capaz de comprenderlo en esa etapa, el espíritu de ese hombre junto con otras presencias más que poco a poco se irían revelando me acompañaban, cuidaban y daban guía y así continuaría siendo el resto de mi vida.