La piedra del Sol

Había invertido alrededor de tres décadas en las ciencias incluida mi vida profesional desarrollando  instrumentación para investigación astrofísica. A lo largo de mi formación había encontrado ingeniosos razonamientos para explicar fenómenos materiales causa-efecto, pero en el fondo, entre más se penetra en un conocimiento más controversia se encuentra en cuanto a otras posibles explicaciones, la física en particular. Y es posible escuchar a los expertos más sabios y humildes decir que lo anterior ocurre en general en cualquier tipo de área del conocimiento. Entre más se sabe menos se sabe.
Cansado ya de teorías y tecnologías que cada vez parecían más y más modas que soluciones o verdades trascendentes, de pronto me fue indicado que lo que mi corazón buscaba lo encontraría observando con atención La Piedra del Sol, el comúnmente denominado, aunque de manera errónea,  calendario azteca.
Decidido a tener experiencia directa algo en mi interior decidió seguir la sugerencia, sincronicamente, llegó a mis manos una reproducción de buena calidad y tamaño de los dos círculos más internos de la misma publicado en un calendario de la universidad. Opté por pegar aquella imagen sobre la pantalla del monitor de la computadora de mi escritorio en el instituto de investigación donde aún trabajaba supuestamente, aunque ya sin motivación alguna y dediqué muchas horas durante varios meses a mirar aquella imagen y así parecía que como todos los demás pasaba el día hipnotizado con mi computadora. Había utilizado durante muchos años aunque de manera inconsciente aquella recomendación sobre la electrocanalización y mis ojos necesitaban un poco de descanso por lo que opté por mantener desconectada la computadora en lugar de observar la imagen digitalizada en el propio monitor. Por diversas vías me había sido revelado la técnica que permitía acceder a los espacios-tiempos de las consciencias que habían elaborado las obras, y al ser la Piedra del Sol un símbolo tan profundo, las revelaciones con el paso del tiempo serían mucho muy sorprendentes. A falta de poder hacer eso directamente con el original, cargado plenamente de la consciencia de sus creadores, las reproducciones directas fidedignas o las fotografías de buena calidad eran un vehículo adecuado como se me había informado y pude comprobar por mi mismo.
Con el paso del tiempo poco a poco un nueva perspectiva del espacio tiempo se abriría ante mis ojos y revelaciones de profundos conocimientos custodiados en ese disco solar llegarían a mi mente de diversas maneras, como ideas, como materializaciones que mi mente atraía y entregaban respuestas, incluso como visiones. El proceso es simple, si se dedican algunas horas al día a ver noticias de tragedias en los medios, eso se convierte en la realidad, lo mismo ocurre con las noticias sobre enfermedades, o las crisis financieras, etc., etc.. Así se construye la percepción y se crea la realidad. Lo mismo ocurre incluso con la deformación profesional. Por ello hay quienes prefieren sumergirse en las realidades derivadas de textos o símbolos sagrados, o la meditación, o la contemplación de la belleza, la naturaleza. Es decir existen básicamente dos caminos: El miedo y la Paz, el primero se vincula con lo temporal o efímero, lo intracendente, lo material que conlleva siempre a la muerte. El segundo con el espíritu que mora en la eternidad.
Que diferente y profunda perspectiva del espacio-tiempo, de los grandes ciclos y por tanto de la historia estaba custodiado en esa piedra. Que enorme consciencia había concebido ese conjunto de símbolos, su armonía, su simetría y como aquella fotografía de mi infancia, poco a poco, más bien de manera inconsciente aquel portentoso disco solar empezaba a influir en mi consciencia y a contarme una historia del mundo, de sus civilizaciones, mucho más profunda que la comúnmente acepta y conocida.
Conocimientos de gloriosas civilizaciones del pasado, sus ciencias y tecnologías y sobre todo sus alcances espirituales y hasta nuestro posible futuro como humanidad se encontraban plasmados allí. Una piedra que desde mi infancia había dado por hecha como tantos otros mexicanos y que para que realmente empezara a admirarla fue necesario un largo viaje, tanto interior a lo largo de mi vida como exterior, visitando los exquisitos templos de Egipto para así ser capaz de darme cuenta, al menos en parte, de la belleza y magnificencia del conocimiento que está custodiaba. Los secretos del tiempo una vez más.

Poco a poco me fue dado empezar a comprender como esa piedra era algo así como un disco holografico que almacenaba una portentosa información, nada más y nada menos que la perspectiva que el Sol tenía de la evolución de la Tierra y por tanto de las pasadas humanidades. Humanidades que en su momento desarrollaron la suma de sus posibilidades en el espacio-tiempo, siendo cada una de ellas por así decirlo una idea solar, un Sol. Una posibilidad que una vez agotado todo su potencial se extinguía para dar lugar a una nueva creación. Periodos inmensos del planeta estaban comprendidos en cada uno de esos llamados soles a los cuales se ha convenido en llamarles Hiperboreal, Antártico, Muriano y Atlante y que igualmente guardan relación con cada uno de los cuatro elementos. Algo incomprensible desde el modelo lineal del tiempo utilizado en la ciencia contemporánea  por lo cual al igual que lo que ocurre con la historia de los pueblos, la historia de la Tierra es fragmentada por la geología en etapas arbitrarias que no alcanzan una perspectiva trascendente.


Al menos en esos periodos denominados Muriano y Atlante se había utilizado ya aquella fuente de energía que me fuera revelada por intermediación de Adaesuz. El incalithon basado en el uso de espejos y cristales de estructura geométrica con forma piramidal, poco a poco, de manera muy lenta aunque continua observando aquel portentoso almacén de conocimientos empezaba a recordar y a comprender.
Por esos mismos tiempos me fue sincronicamente materializado a modo de confirmación un texto mismo que en su momento fuera sumamente importante. Una voz interna me indicó un lugar y al seguir la sugerencia me encontré con un libro escrito por aquel hombre conocido como un investigador de la consciencia en el que una vez se encarnara Adaesuz. Al principio del mismo hablaba de un prototipo consistente en un complicado aparato lleno de espejos y sobre todo se hacía referencia a una transformación de la raza humana.
La portada lo decía todo, en ella aparecía uno de los iconos supremos de México, la llamada virgen del apocalipsis, del final de los tiempos. La mujer vestida de Sol donde lo sagrado cósmico femenino, el principio lunar y el principio masculino o solar aparecen unidos, en equilibrio anunciando el principio de estos nuevos tiempos del quinto Sol. Imagen que tiempo después igualmente me dedicaría a observar durante incontables horas a fin de intentar desvelar sus secretos.
La figura central de la piedra solar, ese quinto Sol, igualmente hablaba de esa transformación y en ella aparecían símbolos en el rostro indicativos de los sentidos: Ojos, oidos, nariz y boca. Nuevas facultades de visión, auditivas, respiratorias, de comunicación y más, en fin, como dejó dicho en su testimonio Adaesuz cuando empezaba a serle dado recordar con una frase magistralmente sintética: El verdadero prototipo no es una máquina sino una transformación colosal de la raza humana. Aquella anunciada transformación ¿Hasta donde nos podría llevar?.
Aquella piedra se mostraba como una exquisita obra maestra, resumen de todo el conocimiento iniciático de todos los tiempos y tradiciones del planeta y en las múltiples escalas de sus incontables ciclos. En ella se encontraban representados los mismos cuatro animales de las antiguas esfinges que se corresponden con los de los evangelistas cristianos, las cuatro energías custodiadas en las pirámides, el secreto templario, etc., algunas de las infinidades de formas en que puede ser representada la gran cruz cósmica guardiana de los secretos de las doce casas zodiacales que conforman el giro galáctico de 26,000 años terrestres, escenario donde ocurre el aprendizaje tendiente hacia la unificación de los cuatro cuerpos y que finalmente conduce a la liberación del hijo de Dios, del hombre. Conocimiento que para México está custodiado en las cuatro principales tradiciones que unidas componen la cruz de Quetzalcoatl. Infinidad de ilusorios símbolos en el tiempo, todos ellos con Una sola y trascendente Verdad.